Vistas de página en total

28 ago 2010

EL AVIÓN NEGRO ATERRIZÓ DE EMERGENCIA

El “Avión Negro” que según el imaginario popular traería nuevamente a Perón a la presidencia por tercera vez, seguramente “aterrizó” de emergencia por las turbulencias sociales y políticas que nuestro país venía sufriendo por más de una década de luchas populares y represión militar.
Durante la primera y segunda presidencia del General Perón se habían creado las condiciones propicias para que los sectores populares, y especialmente los obreros, tomaran conciencia de clase y comenzaran a crear un “nosotros” frente a un “ellos” que la dirigencia política alimentaba desde arriba y que era su sustento más poderoso en la permanencia por el poder.
Las condiciones laborales de pleno empleo, la seguridad social, los servicios de salud, jubilaciones, salarios dignos, creados por las Industrialización por Sustitución de Importaciones no parecían indicar los fenómenos que se avecinaban en la década siguiente: los reiterados golpes de Estado y el estallido social.
La clase obrera fuertemente arraigada en una tradición de organización sindical muy poderosa, en estrecha relación con el poder político de turno, había logrado cercar todo intento de violación de los derechos de los trabajadores que se movilizaban para dar apoyo a un gobierno que los protegía y que les aseguraba un buen pasar.
Sin embargo esto iba acompañado de una coyuntura económica ideal que había creado la Crisis del 30 y la posterior recuperación por medio de la instalación en gran parte del mundo de Estados Benefactores copiados de los modelos Keynesianos y adaptados al contexto Latinoamericano. Perón supo sacar jugo de esta necesidad de desarrollo por medio de la instalación de industrias básicas aprovechando la mano de obra y el mercado existente.
Además de la cuestión económica favorable para que la clase obrera se desarrollara, el presidente utilizó y aprovechó al máximo su oratoria para crear una serie de ideas y símbolos que iban a repercutir en gran magnitud en los acontecimientos futuros.
El obrero ganó la calle durante los años 60 y 70, pero a lo largo de estos años fue modificando su forma de pensar, su intervención en los asuntos públicos, de acuerdo a la relación que se generaba con el gobierno de turno. En algunos momentos se eligió la mera Resistencia desde el sindicato o la fábrica, en otros momentos debieron sufrir la proscripción del partido que representaba a la mayoría de ellos, por momento sufrió la violencia y fueron violentos al mismo tiempo, por momentos se levantaron consignas de Revolución, y en algunos casos se eligió la vía política para generar un espacio en donde luchar por sus derechos.
Sin embargo, los obreros no eran los únicos que habían decidido revelarse con el nuevo gobierno surgido ilegalmente durante el Golpe del 55. La Iglesia, los jóvenes estudiantes, intelectuales, entre otros comenzaban a asomar en la escena política.
La cuestión social comenzó a complicarse luego de que la Guerra de Corea acabara, y con ella la generación de divisas del sector primario-exportador que servía para trasladar recursos financieros al sector industrial.
Las garras del imperialismo norteamericano fue una presión constante sobre nuestro país que reiteradamente y en forma sostenida debía aplicar medidas económicas ortodoxas de ajuste, reducción de salarios y del gasto público.
Acumulación y la redistribución del ingreso, características del gobierno peronista llegaban a su fin y el Populismo, en nuestro país, también. Se abría de esta manera paso a políticas del “garrote” y la represión, acompañado de la militarización del grupo que tomaba el poder decididamente por medio del quebranto de las normas legales y constitucionales.
Comenzaba la politización de sectores claves para los acontecimientos futuros: la Iglesia con su característico Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, loas militares nacionalistas, los jóvenes estudiantes y universitarios, obreros, intelectuales, etc. Todos ellos actuaron con distinta fuerza según los vaivenes del contexto nacional e internacional, pero siempre estuvieron presentes en los asuntos más dramáticos de nuestra sociedad.
Cordobazo, Rosariazo, Viborazo, ERP, Montoneros, FAL, Sindicalismo, SMATA, SITRAM, SITRAC, Revolución fueron palabras que sonaron fuerte durante las décadas del 60 y del 70 luego de que Perón fuera derrocado, y con él, proscripta su ideología (aunque nunca estuvo muerta). Los hechos del 69 que desembocaron en el Cordobazo demostraron que la idea de la clase obrera, la “patria socialista” o las diversas versiones que adoptó el movimiento popular seguía fuerte y continuaba con ímpetu luchando contra el “enemigo”.
Este enemigo se asociaba con todo lo que era ajeno a las clases sociales menos favorecidas, como el Imperialismo, las empresas Multinacionales, el Autoritarismo, la Dictadura, entre otros tantos demonios existentes y creados por una sociedad que no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados mientras veían como se avasallaba todo lo conseguido en la década del 40 y del 50.
Tal vez, el Desarrollismo, la idea más coherente desde el punto de vista económico e histórico de fines de los años 1950 y principios de los años 1960 no logró el éxito esperado por su escaso apoyo que el peronismo le fue retirando, y el pueblo mismo, cuando se veían cada vez más cerca los tentáculos del vecino del Norte, Estados Unidos, elementos que llevaron a levantar muchas voces contra el modelo económico propuesto.
Esta compleja red de relaciones y situaciones políticas, sociales, económicas y culturales crearon las condiciones complejas que llevaron al Golpe más terrible sufrido por los argentinos en 1976. Esta sociedad que ya no era la de 20 años atrás generó nuevos actores sociales y nuevas realidades que marcan un antes y un después.
Luego del Golpe de 1976 ya no fue el obrero, la clase trabajadora, el asalariado quien ganaba la calle y hacía gala de su trayectoria sindicalista, políticas y de haber participado de recurrentes manifestaciones callejeras. Ahora, el desocupado quien lentamente iba aglutinando a amplios sectores de la sociedad ganaba terreno. Pasaron muchos años para que la gente, el pueblo, volviera a tomar confianza en la vía política de participación, y tal vez nunca lo hizo.
La caída del régimen militar fue producto de errores propios de la tecnocracia castrense más que por presión externa o popular. La vuelta a la democracia en 1983 demostró que es imposible sostener un régimen electo sin el consenso de la mayoría de la población.
El neoliberalismo de los 90 volvió a hundir al pueblo y los desocupados seguían estirando una larga cadena que venía de los 70.
Pero hubo un día que el pueblo dijo basta, se terminó, el poder recae sobre el pueblo cuando un gobierno está muerto. Las jornadas de diciembre de 2001 fueron un claro ejemplo de la conciencia social de las clases medias y bajas avasalladas durante tantos años por un régimen económico y político deplorable.
En diciembre de 2001 no cambió el modelo económico, pero la sociedad ya no era la misma, una larga tradición del sistema liberal capitalista había imbuido a la población de sus beneficios cortoplacistas y había construido los símbolos necesarios para que la patria socialista nunca más vuelva a sonar en el eco popular. El Neoliberalismo siguió haciendo lo suyo, la corrupción otro tanto, y el faccionalismo político otro poco.
Pero si hay algo que ya no volvió a ser como antes, es que el obrero dejó de existir en la agenda política, porque ahora quien preocupa es el desocupado.

Imagen: Regreso de Juan Domingo Perón en 1972. En la foto junto a Rucci.

RESEÑA DEL LIBRO: EL PALACIO Y LA CALLE

Nombre completo: El palacio y la calle. Crónicas de insurgentes y conspiradores.
Autor: Miguel Bonasso.
Editorial: Planeta.
Páginas: 336.
Precio: 14,98 $

Este libro es un atrapante relato de los días de fuego y sus vísperas, cuando hicieron eclosión durante el diciembre argentino que conmovió al mundo en 2001. Encumbrados políticos, manifestantes anónimos, personas de los más diversos sectores sociales aparecen en estas páginas: "No se movían esos protagonistas para saber de qué se trataba, ni para reclamar la libertad de un líder, ni para evitar la violación del orden democrático. Lo hacían bajo la consigna 'Que se vayan todos', para comenzar a decir basta a un régimen económico, político y cultural, aunque no supieran bien por qué otro cambiarlo. A esa misma hora, en un salón reservado del hotel Élevage, algunos de los todos que debían irse analizaban cómo podían quedarse."
La historia secreta de la crisis argentina aparece contada de todas las maneras posibles. No es una cuestión de matices, sino de relatos directamente contrapuestos, vertidos por hombres del común social, o personajes de la elite que han ocupado ministerios o directamente la Presidencia de la República. ¿Quién miente? ¿O mienten todos, alternadamente? ¿Qué hicieron quienes callan bajo sospecha? Miguel Bonasso reconstruye la historia pública y secreta del arrebato de pasiones y poder, de pulsiones e intereses, que estalló en diciembre de 2001.
El Palacio y la Calle revela el complejo entramado de insurrección ciudadana y conspiración palaciega que llevó a la crisis de los cacerolazos y los saqueos, la caída de Fernando De la Rúa, la breve presidencia de Adolfo Rodríguez Saá y la asunción de Eduardo Duhalde como presidente de la República. Es, al fin de cuentas, una espectacular e imprescindible revista del sitio al Estado en un país cuyo gobierno proclamó el estado de sitio para conjurar la protesta social.

Germán Gusmerotti

El atrapante relato de Miguel Bonasso se centra en un excelente trabajo de investigación sobre los acontecimientos ocurridos durante los días que llevaron a la renuncia del electo presidente De La Rúa en diciembre de 2001.
La dialéctica entre “El Palacio” que representa lo sucedido en el ámbito político y “La Calle” que muestra los que ocurría en Capital Federal al momento de producirse las manifestaciones que sacudieron al país bajo la consigna de “que se vallan todos, que no quede nadie” o bajo las nuevas formas de protesta que fueron conocida como “cacerolazos” y la consecuente represión gubernamental, generan un ida y vuelta constante que hace que la lectura sea muy esclarecedora.
Los motivos que llevaron a este quiebre institucional están perfectamente detallados utilizando diversas fuentes que llevan a sospechar su veracidad aunque no haya mucho que discutirse al respecto.
La sucesión presidencial, que fue caótica, permitió la llegada de activos dirigentes políticos de prolongada trayectoria en los asuntos del Estado, como Rodríguez Saá y la “dama del ajedrez” Eduardo Duhalde.
El punto más sobresaliente es, quizá los momentos dramáticos ocurridos en “La Calle” que dejó en el tendal a varios muertos y a gran cantidad de heridos. Pero aquí hubo un solo perdedor y éste fue la sociedad argentina que una vez más tuvo que llorar a varios hijos, padres y esposos que en aquellos días habían salido a repudiar la insostenible corrupción política y la connivencia de los políticos con los grandes del comercio mundial instalados en nuestro país.
Este libro muestra una vez más la incapacidad que tenemos los argentinos de llevar adelante un verdadero gobierno democrático, en la que la igualdad de oportunidades no sea un frase que se la lleve el viento, como tantas otras, y que una vez por todas se convierta en realidad.
Una y otra vez se avasalló los derechos del ciudadano argentino y parece no tener solución inmediata como queda demostrado en esta obra al concluir los relatos funestos de diciembre de 2001 y la consecuente salida política durante el 2002.
Esperamos que esta obra del más exquisito periodismo sea la última que sea escrita gracias a la sangre de nuestros pares argentinos.

21 ago 2010

EL NEW DEAL

"El New Deal no alcanzó un éxito total. El ingreso por habitante no recuperó su nivel de 1929 hasta 1940, momento en que el motor del crecimiento fue el rearme. Desde el punto de vista económico, la década de 1930 fue una 'década perdida'. Todos los inviernos había 9 o 10 millones de desocupados y todavía en 1941 el número de personas sin trabajo era de más de 5 millones. La inversión privada, sobre la que reposaba la economía, no se recuperó hasta después de 1940. Pero, se puede imaginar que sin el New Deal la depresión habría sido aun peor. La raíz del problema estaba en que el New Deal tenía que resolver las dificultades de todo el mundo. Tenía que hacer frente a las necesidades más urgentes de asistencia: no se podía ignorar las colas de hambrientos ni la ruina de los agricultores. Al mismo tiempo, el New Deal trataba de asegurar la recuperación económica, esto es, hacer que la industria se pusiera nuevamente en movimiento. Y para evitar una nueva recaída, Roosevelt intentó reformar el sistema político y, en particular, las relaciones entre la economía y el gobierno. Pero muchos de estos objetivos, en sí mismos deseables, eran mutuamente excluyentes.
El New Deal no era en absoluto hostil a los empresarios. Fue el salvador y no el destructor del capitalismo. No se produjo ningún tipo de planificación colectivista ni de ideología socialista. Incluso el término New Deal sugería que era el individuo el que jugaba sus propias cartas. Su efecto más perdurable fue aumentar el poder del gobierno federal y del presidente en particular. Antes de 1933, para el estadounidense medio el gobierno era el gobierno de su estado o municipio.
Pero después de estos cambios, la sociedad estadounidense se transformó. Si el gobierno federal financiaba la construcción de una carretera que atravesaba los suburbios, no pasaría mucho tiempo antes de que sus habitantes pidieran que les facilitara mejores viviendas. El auténtico legado del New Deal fue revolucionar las expectativas".

Willi Paul Adams, Los Estados Unidos de América.

Foto: Theodore Roosevelt y familia. 1903 .
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Theodore_Roosevelt_and_family,_1903.jpg

16 ago 2010

LEY DE GLACIARES - PARTE V

Entrá a http://www.concienciasolidaria.com.ar/.
Participen de las propuestas. Les recomiendo la sección multimedia.
A continuación uno de los videos.

15 ago 2010

LA GENERACIÓN DEL 80 - D.F. SARMIENTO

"La vida del campo, pues, ha desenvuelto en el gaucho, las facultades físicas, sin ninguna de las de la inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza: es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia, como sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces..."

D.F. Sarmiento. Facundo, 1845.

Fuente: Historia. Argentina, América Latina y el mundo (desde 1770 hasta nuestros días). Nuevamente Santillana.

LA GENERACIÓN DEL 80 - JOSÉ HERNÁNDEZ

"...Esta es la única República sudamericana que recibe la inmigración europea en ese alto grado. ¿Por qué? Porque encuentra en nuestro país lo que ninguna República le ofrece. Encuentra un territorio fértil, un clima benigno, una producción valiosa, una legislación liberal, un erario generoso, una índole como es la índole argentina que no tiene grandes preocupaciones, ni tiene fanatismos religiosos arraigados, ni esa resistencia nativa contra el extranjero tan común en otras partes...".

José Hernández. 1880
Fuente: Historia. Argentina, América Latina y el mundo (desde 1770 hasta nuestros días). Nuevamente Santillana.

14 ago 2010

JOSÉ DE SAN MARTÍN: PADRE DE LA PATRIA

José Francisco de San Martín y Matorras nació el 25 de febrero de 1778 en la reducción de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú, actual provincia de Corrientes, a la vera del Río Uruguay.
Su padre, Juan de San Martín había llegado a esta ciudad en 1764, desde España, luego de servir durante 17 años a los Reales Ejércitos. En 1781, cuando José de San Martín tenía 3 años se trasladaron a Buenos Aires, pero en 1785 el Rey Carlos III ordenó que su padre, Juan, partiera hacia el estado mayor de Málaga, donde no logró hacer mayor carrera.
Sin embargo, sus hijos varones fueron militares y uno a uno ingresaron en los ejércitos del rey.
En 1789, año en el que el mundo dejó paso a las ideas de “Igualdad, Libertad y Fraternidad”, el 9 de julio, José de San Martín se incorporó como cadete en el Regimiento de Infantería de Línea 20 de Murcia. Tenía apenas 11 años cuando empezó la carrera militar. En la Batalla de Orán tuvo su bautismo de fuego, a los 13 años, donde sufrió por varios días el fuego graneado, el hambre y el insomnio.
En 1812 llegó a Buenos Aires, acompañado de ilustres colaboradores como Carlos de Alvear y José Zapiola. Pero no sólo venía acompañado de hombres, sino también de ideas. Éstas fueron los cimientos de nuestra amada Patria y la de muchos pueblos de Sudamérica. Como integrante de la Logia Lautaro “se propusieron trabajar con sistema y plan en la Independencia de América y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia”, según contaba Zapiola en alguna oportunidad.
Su obra más reconocida, el Cruce de los Andes, no podría haberse logrado sin el convencimiento de que allí se estaba gestando el futuro de algo grandioso. No solo puso en riesgo la vida de muchos jóvenes (muchos de ellos murieron en el campo de batalla), la economía de muchas familias y de las provincias, sino también arriesgó su vida al exponerse con su salud quebrantada por los avatares de la vida a una acción de semejante talla.
Mitre distinguía dos tipos de héroes militares. Por un lado, los sanos y robustos para sobrellevar las fatigas y dar a los soldados el ejemplo de la fortaleza en el peligro. Por otro, los que se sobreponen sobre su físico por la energía de su espíritu. A esta raza heroica, concluye, pertenecía San Martín.
Ricardo Rojas en El Santo de la Espada realiza una excelente descripción sobre el carácter de San Martín cuando expresa:
“Hay en San Martín una gloria mayor que la de haberse medido con la montaña y con el mar, o que la de haber vencido a Napoleón, destrozando así el imperio secular de los reyes en el Nuevo Mundo, Esa otra gloria más grande es la virtud, excepcional en un guerrero, de haber sabido vencerse a sí mismo, haber renunciado a los ascensos, loas honores y los premios del triunfo en todos los lugares en que venció; haber domado de tal modo su carne que no tuvo la fruición del mando, ni la del dinero, ni de la lujuria como la tuvieron tantos otros vencedores militares; haber sabido sobreponerse a la adversidad cuando se eclipsó su estrella, coronando su vida en el destierro, en la soledad y en la pobreza, con el caritativo silencio de los más puros maestros espirituales. Para llegar a esto último necesitó perdonar injurias y supo perdonarlas, acaso más que por amor a los hombres, por amor a su América, la tierra entre cuyas pasiones primitivas él fue un luminoso hijo del sol. Siete días después de Maipú, San Martín tuvo otro de esos gestos magnánimos, frecuentes en su vida. Osorio, al fugar, había dejado la valija de su correspondencia secreta, que cayó en poder de O´Brien, y éste la entregó cerrada a su jefe. Esa valija guardaba cartas de espías y traidores que avisaban desde Santiago a los realistas los movimientos de los patriotas. San Martín pudo utilizarlas como cabeza de proceso y motivos de venganza; pero optó por quemar esos documentos. El 12 de abril se dirigió con el fiel O´Brien a un rancho de El Salto, en las afueras de la capital, y allá, sin testigos imprudentes, mandó encender una fogata, en la cual fue arrojando, con su propia mano, aquellos papeles de infamia. San Martín, sentado en una tosca silla, a la sombra de un árbol y con el paisaje de los Andes en torno, veía la llama roja retorcerse en el aire, mientras las cartas quedaban convertidas en cenizas y sepultadas en ellas los nombres de los que traicionaron. En aquel sitio, O´Brien construyó, años después, una cabaña de recreo, en la que conservó la silla de San Martín con un letrero en que rememoraba aquel gesto de bondad. Sobrellevó enfermedades, trabajos, pobrezas, ingratitudes y calumnias con impresionante resignación. De entre esos fuegos salió purificado como los metales más nobles, y en ello consistió su santidad. Renunció a sueldos, ascensos, mandos, premios y honores. Le regaló Chile diez mil pesos, y él los donó para una biblioteca pública; le regaló una chacra, y destinó sus frutos a costear un vacunador y un hospital de mujeres. A su capataz de Los Barriales, ordenábale desde Europa, siendo él pobre, dar de comer a los pobres del lugar con las cosechas de la finca. En el campo de Maipú, abrazó al vencido general Osorio; en la cárcel de San Luis quitó él mismo las cadenas a un prisionero realista; en la conferencia de Puchauca brindó por la reconciliación con España. Tal es la virtud de este santo laico.”
San Martín, nuestro Padre, el Padre de la Patria, nos daría en estos momentos, como le dio a su hija, estos consejos o Máximas:

• Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican.
• Inspirar amor a la verdad y odio a la mentira.
• Inspirar confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
• Estimular la caridad con los pobres.
• Respetar la propiedad ajena.
• Guardar los secretos.
• Inspirar sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
• Manifestar dulzura con los criados, pobres y viejos.
• Hablar poco y preciso.
• Acostumbrarnos a estar formal en la mesa.
• Amor al aseo y desprecio al lujo.
• Inspirar amor a la Patria y a la Libertad.

Un 17 de agosto, pero de 1850 se fue para siempre físicamente sabiendo que ya nada podía hacer por estas tierras y sus habitantes más que dejar el espíritu de lucha para que las futuras generaciones sigan peleando por lo que quieren:

"Igualdad, Libertad, Fraternidad".

Foto Monumento a San Martín. Plaza San Martín. Buenos Aires. http://filatina.wordpress.com

7 ago 2010

MANUEL BELGRANO EN LA PANTALLA CHICA

La Televisión Pública y el Canal Encuentro producirán para fines de octubre el telefilm que pondrá en escena la vida del prócer Manuel Belgrano. Éste será interpretado por el actor Pablo Rago, que juntos con los actores Valeria Bertucelli, Mariano Torre y Guillermo Pfenning mostrarán el contexto histórico de los años Revolucionarios (1812-1820). Pablo Echarri interpretará a San Martín. El director del rodaje es Sebastián Pivotto.
Las primeras escenas fueron rodadas en el Mercado Central en una finca que perteneció a la familia Ramos Mejía. Según la empresa TELAM, allí "se recreó la celebración que realizó la aristocracia tucumana en homenaje a Manuel Belgrano por su victoria en la Batalla de Tucumán, en 1812."
Según el DIARIODECUYO la película fue filmada "en la provincia de Tucumán y también en diferentes escenarios del Gran Buenos Aires. Con guión de Juan Pablo Domenech y Marcelo Camaño, y el asesoramiento histórico de Javier Trimbolli, la película busca reflejar la vida de uno de los próceres más destacados de nuestra historia, que estuvo al frente del Ejército del Norte a quien le debemos, entre otros logros, la creación de la insignia patria."
El diario La Nación del día 23 de julio manifestaba que "Originalmente, el proyecto iba a ser la adaptación de la novela Sota de bastos, caballo de espada , de Héctor Tizón, basada en el éxodo jujeño. Luego fue desestimada esta alternativa por la cantidad de capítulos que requería su narración. El guión definitivo es obra de Juan Pablo Domenech y Marcelo Camaño, con el asesoramiento histórico de Javier Trimbolli. Con este material, Sebastián Pivotto dirigió las escenas que se grabaron en Tucumán y las actuales que se graban en Buenos Aires. Trabajan en total en la producción unos 750 extras y del elenco participan entre otros, además de los ya nombrados, Pablo Echarri, que interpreta a José de San Martín; Mariano Torre, como Gregorio Aráoz de Lamadrid; Guillermo Pfening, como el doctor Terranova y Paula Recca, como María Dolores Helguera, una joven de 14 años que fue amante del prócer y madre de su hija, Manuela Belgrano.
Está previsto ver este telefilm de una hora de duración, que aún no tiene título, antes de fin de año por las pantallas de Canal 7 y Encuentro."
Habrá que esperar...

Foto: http://www.ahoracine.com/