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14 ago 2010

JOSÉ DE SAN MARTÍN: PADRE DE LA PATRIA

José Francisco de San Martín y Matorras nació el 25 de febrero de 1778 en la reducción de Nuestra Señora de los Reyes Magos de Yapeyú, actual provincia de Corrientes, a la vera del Río Uruguay.
Su padre, Juan de San Martín había llegado a esta ciudad en 1764, desde España, luego de servir durante 17 años a los Reales Ejércitos. En 1781, cuando José de San Martín tenía 3 años se trasladaron a Buenos Aires, pero en 1785 el Rey Carlos III ordenó que su padre, Juan, partiera hacia el estado mayor de Málaga, donde no logró hacer mayor carrera.
Sin embargo, sus hijos varones fueron militares y uno a uno ingresaron en los ejércitos del rey.
En 1789, año en el que el mundo dejó paso a las ideas de “Igualdad, Libertad y Fraternidad”, el 9 de julio, José de San Martín se incorporó como cadete en el Regimiento de Infantería de Línea 20 de Murcia. Tenía apenas 11 años cuando empezó la carrera militar. En la Batalla de Orán tuvo su bautismo de fuego, a los 13 años, donde sufrió por varios días el fuego graneado, el hambre y el insomnio.
En 1812 llegó a Buenos Aires, acompañado de ilustres colaboradores como Carlos de Alvear y José Zapiola. Pero no sólo venía acompañado de hombres, sino también de ideas. Éstas fueron los cimientos de nuestra amada Patria y la de muchos pueblos de Sudamérica. Como integrante de la Logia Lautaro “se propusieron trabajar con sistema y plan en la Independencia de América y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia”, según contaba Zapiola en alguna oportunidad.
Su obra más reconocida, el Cruce de los Andes, no podría haberse logrado sin el convencimiento de que allí se estaba gestando el futuro de algo grandioso. No solo puso en riesgo la vida de muchos jóvenes (muchos de ellos murieron en el campo de batalla), la economía de muchas familias y de las provincias, sino también arriesgó su vida al exponerse con su salud quebrantada por los avatares de la vida a una acción de semejante talla.
Mitre distinguía dos tipos de héroes militares. Por un lado, los sanos y robustos para sobrellevar las fatigas y dar a los soldados el ejemplo de la fortaleza en el peligro. Por otro, los que se sobreponen sobre su físico por la energía de su espíritu. A esta raza heroica, concluye, pertenecía San Martín.
Ricardo Rojas en El Santo de la Espada realiza una excelente descripción sobre el carácter de San Martín cuando expresa:
“Hay en San Martín una gloria mayor que la de haberse medido con la montaña y con el mar, o que la de haber vencido a Napoleón, destrozando así el imperio secular de los reyes en el Nuevo Mundo, Esa otra gloria más grande es la virtud, excepcional en un guerrero, de haber sabido vencerse a sí mismo, haber renunciado a los ascensos, loas honores y los premios del triunfo en todos los lugares en que venció; haber domado de tal modo su carne que no tuvo la fruición del mando, ni la del dinero, ni de la lujuria como la tuvieron tantos otros vencedores militares; haber sabido sobreponerse a la adversidad cuando se eclipsó su estrella, coronando su vida en el destierro, en la soledad y en la pobreza, con el caritativo silencio de los más puros maestros espirituales. Para llegar a esto último necesitó perdonar injurias y supo perdonarlas, acaso más que por amor a los hombres, por amor a su América, la tierra entre cuyas pasiones primitivas él fue un luminoso hijo del sol. Siete días después de Maipú, San Martín tuvo otro de esos gestos magnánimos, frecuentes en su vida. Osorio, al fugar, había dejado la valija de su correspondencia secreta, que cayó en poder de O´Brien, y éste la entregó cerrada a su jefe. Esa valija guardaba cartas de espías y traidores que avisaban desde Santiago a los realistas los movimientos de los patriotas. San Martín pudo utilizarlas como cabeza de proceso y motivos de venganza; pero optó por quemar esos documentos. El 12 de abril se dirigió con el fiel O´Brien a un rancho de El Salto, en las afueras de la capital, y allá, sin testigos imprudentes, mandó encender una fogata, en la cual fue arrojando, con su propia mano, aquellos papeles de infamia. San Martín, sentado en una tosca silla, a la sombra de un árbol y con el paisaje de los Andes en torno, veía la llama roja retorcerse en el aire, mientras las cartas quedaban convertidas en cenizas y sepultadas en ellas los nombres de los que traicionaron. En aquel sitio, O´Brien construyó, años después, una cabaña de recreo, en la que conservó la silla de San Martín con un letrero en que rememoraba aquel gesto de bondad. Sobrellevó enfermedades, trabajos, pobrezas, ingratitudes y calumnias con impresionante resignación. De entre esos fuegos salió purificado como los metales más nobles, y en ello consistió su santidad. Renunció a sueldos, ascensos, mandos, premios y honores. Le regaló Chile diez mil pesos, y él los donó para una biblioteca pública; le regaló una chacra, y destinó sus frutos a costear un vacunador y un hospital de mujeres. A su capataz de Los Barriales, ordenábale desde Europa, siendo él pobre, dar de comer a los pobres del lugar con las cosechas de la finca. En el campo de Maipú, abrazó al vencido general Osorio; en la cárcel de San Luis quitó él mismo las cadenas a un prisionero realista; en la conferencia de Puchauca brindó por la reconciliación con España. Tal es la virtud de este santo laico.”
San Martín, nuestro Padre, el Padre de la Patria, nos daría en estos momentos, como le dio a su hija, estos consejos o Máximas:

• Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican.
• Inspirar amor a la verdad y odio a la mentira.
• Inspirar confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
• Estimular la caridad con los pobres.
• Respetar la propiedad ajena.
• Guardar los secretos.
• Inspirar sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
• Manifestar dulzura con los criados, pobres y viejos.
• Hablar poco y preciso.
• Acostumbrarnos a estar formal en la mesa.
• Amor al aseo y desprecio al lujo.
• Inspirar amor a la Patria y a la Libertad.

Un 17 de agosto, pero de 1850 se fue para siempre físicamente sabiendo que ya nada podía hacer por estas tierras y sus habitantes más que dejar el espíritu de lucha para que las futuras generaciones sigan peleando por lo que quieren:

"Igualdad, Libertad, Fraternidad".

Foto Monumento a San Martín. Plaza San Martín. Buenos Aires. http://filatina.wordpress.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no es lo que yo buscoooooooo pero esta lindo

German Gusmerotti dijo...

Muchas gracias por tu comentario!!!!!!! Qué buscabas?

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