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25 sept 2010

UN RECLAMO DE ANTAÑO - LOS JÓVENES TOMAN LA CIUDAD

Desde hace más de siete semanas un nuevo actor social aparece en escena en nuestra convulsionada Argentina. Jóvenes de escuelas secundaria decidieron salir de las aulas deterioradas de la ciudad porteña de Buenos Aires para reclamar derechos que les vienen negando desde antes de que ellos entren al sistema educativo.
La protesta por las mejoras edilicias y de infraestructura educativa en general, es un problema de antaño, especialmente en aquellos colegios centenarios donde las estructuras se caen a pedazos que genera impotencia y resignación en toda la comunidad educativa.
Quienes viven la situación desde adentro conocen muy bien que se ha llegado a un punto crítico, sin marcha atrás, si no se ponen de inmediato en funcionamiento las vías institucionales para salir de tan caótica situación.
Un conflicto que ha comenzado de forma bastante simple, donde se podían reconocer claramente los actores (adolescentes de escuelas secundarias) y sus reclamos (mejoras y reparación de edificios), pero que se ha ido complejizando de manera bastante abrupta. Universitarios, docentes, directivos, grupos políticos de distinta índole, gremios, padres, transeúntes, medios de comunicación, políticos, la sociedad toda de nuestro país están ahora involucrados. Todo esto con el agravante de que el conflicto se nacionalice y genere un caos sin solución hasta que las partes reconozcan qué le corresponde a cada uno de responsabilidad en el mismo.
Tal vez, este reclamo sea de una importancia histórica en nuestro país en cuanto a su origen, ya que esta vez, no han sido las universidades o los grupos intelectuales de clase media, quienes están reclamando por el derecho a una educación digna. Desde 1917, con la Reforma Universitaria, los estudiantes universitarios fueron quienes comenzaron a manifestar su descontento ante ciertas prácticas elitistas y de concentración del poder de los grupos políticos y económicos dominantes. Pero esta vez, la manifestación, que es política, por supuesto, porque el hombre es un ser político, tiene una base menos interesada en generar un conflicto de esta índole, sino que existe una sincera necesidad de terminar con tantos años de desinterés en los asuntos educativos.
Aunque la Ley de Financiamiento Educativo, sancionada en el año 2005 ha logrado algunos objetivos importantes (llevar de 4,2 por ciento al 6 del PBI el presupuesto educativo, que hoy es del 6,1; casi el 100 por ciento de los niños de cinco años asisten a un jardín de infantes; aumentar el piso salarial a los docentes; la inclusión de los jóvenes en la escuela, la Asignación Universal por Hijo; la entrega de netbook a las escuelas), también son muchos los que no ha logrado (la ley tenía como objetivo ampliar al 30 por ciento el acceso a las escuelas de doble jornada, que sólo es del 6 por ciento; se extendía la enseñanza de la informática y de una segunda lengua cosa que se ha logrado pero en forma desigual, ya que acceden en su mayoría los sectores más acomodados de la sociedad; a pesar del reparto de netbook muchas provincias no están preparadas para utilizarlas; es cada vez mayor el traspaso de alumnos de escuelas públicas a privadas; ni hablar de la calidad educativa que ha quedado de manifiesto en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos en la cual Argentina sacó un promedio muy bajo).
También queda de manifiesto la mala intención de los políticos de utilizar el conflicto para descalificar a las facciones opositoras. El gobierno nacional frente al gobierno porteño. Ministro de educación de la Nación Alberto Sileoni y el Ministro de educación porteño Esteban Bullrich van cambiando su posición según lo que dicen sus “patrones”. Agrupaciones políticas opositoras al gobierno nacional, como la Coalición Cívica, entre otros y grupos de izquierda también quieren ser protagonistas. Los medios de comunicación por medio de sus representantes periodistas de derecha parecen anclados en los años 70.
Detrás de toda esta red, que ya aburre en nuestro país, no hay que olvidar que los principales perdedores son los jóvenes y sus familias que están reclamando justamente un derecho que les es negado por una burocracia que se pasa la pelota y que acusa sin reconocer sus propios errores.
Es hora de que se tomen las riendas del carro para poder encauzarlo en el camino, y que de una vez por todas, la educación sea el tema central de la agenda política de este y los futuros gobernantes.

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