El Ingeniero Guillermo Rucci en el 143 aniversario de la Operaria Italiana de Chivilcoy presentó una conferencia audiovisual titulada La Mujer Italiana de Roma a la Actualidad. Pequeñas historia de mujeres que hicieron historia. En ella presentó las biografías de mujeres italianas de renombre en la Historia y que yo a través de otros blogs, páginas web y libros he recopilado.
ANTONINA DE ANGELIS – UNA MUJER MILAGROSA
Nacida el 24 de octubre de 1880 en Italia (en San Gregorio, pueblito de los Abruzzos, no lejano de la ciudad de L'Aquila), Sor María Ludovica De Angelis, con su llegada, primera de ocho, había colmado de alegría a sus padres quienes en la misma tarde del día del nacimiento, en la fuente bautismal, habían elegido, para su primogénita, el nombre de Antonina.
Con el correr de los años, en contacto con la naturaleza y la dura vida del campo, la niña, crecida límpida, abierta, trabajadora y ricamente sensible, se había transformado en una joven fuerte y al mismo tiempo, delicada, activa y reservada, como toda la gente de aquella espléndida tierra.
El 7 de diciembre del mismo año del nacimiento de Antonina, fallecía en Savona una hermana, que había optado dar plenitud a la propia vida siguiendo las huellas de Aquel que dijo: «Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre... Todo cuanto hagan a uno solo de estos hermanos míos, a Mí lo hacen...», era Santa María Josefa Rossello la cual dio vida, en Savona, en 1837, al Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia: una Familia Religiosa que caminaba por los senderos del mundo, proponiendo con la fuerza del ejemplo el mismo ideal a muchas jóvenes.
Antonina sentía en su corazón que sus sueños encontraban eco en los sueños que habían sido los de la Madre Rossello.
Ingresó con las Hijas de la Misericordia el 14 de noviembre de 1904; en la Vestición Religiosa toma el nombre de Sor María Ludovica y tres años después de su ingreso, el 14 de noviembre de 1907, zarpa hacia Buenos Aires, donde arriba el 4 de diciembre sucesivo. Desde este momento se da en ella un florecer ininterrumpido de humildes gestos silenciosos en una entrega discreta y emprendedora.
Sor Ludovica no posee una gran cultura, al contrario. Sin embargo, es increíble cuánto logra realizar ante los ojos asombrados de quiénes la circundan. Y, si su castellano es simpáticamente italianizado, con algún toque pintoresco de "abruzzese", no le cuesta entender ni hacerse entender.
No formula programas ni estrategias, pero se dona con toda el alma.
El Hospital de Niños, al cual es enviada, y que inmediatamente adopta como familia suya, la ve, primero, solícita cocinera, luego, convertida en responsable de la Comunidad, infatigable ángel custodio de la obra que, en torno a ella, se transforma gradualmente en familia unida por un único fin: el bien de los niños.
Serena, activa, decidida, audaz en las iniciativas, fuerte en las pruebas y enfermedades, con la inseparable corona del Rosario entre las manos, la mirada y el corazón en Dios y la infaltable sonrisa en los ojos, Sor Ludovica llega a ser, sin saberlo ella misma, a través de su ilimitada bondad, incansable instrumento de misericordia, para que a todos llegue claro el mensaje del amor de Dios hacia cada uno de sus hijos.
Único programa expresamente formulado, es la frase recurrente: «Hacer el bien a todos, no importa a quién». Y se realizan así, con subvenciones que solo el cielo sabe cómo Sor M. Ludovica consigue obtener, salas de cirugía, salas para los pequeños yacentes, nuevas maquinarias, un edificio en Mar del Plata destinado a la convalecencia de los niños, una capilla hoy parroquia, y una floreciente chacra para que sus protegidos tuviesen siempre alimento genuino.
Durante 54 años Sor M. Ludovica será amiga y confidente, consejera y madre, guía y consuelo, de cientos y cientos de personas in City Bell de toda condición social.
El 25 de febrero de 1962 concluye su camino, pero quienes permanecen todo el personal médico en particular no olvidan, y el Hospital de Niños asume el nombre de «Hospital Superiora Ludovica».
Fuente: http://www.vatican.va/. Luego entrar a Santos y Beatos. Beatos. Nuevos Beatos del 2004. María Ludovica De Angelis (1880-1962)
Una curación milagrosa
En mayo de 1988 nació en La Plata, una niña con graves trastornos de salud, entre ellos la espina bífida y las vías urinarias, la vejiga y uno de sus riñones, sumamente deteriorados, agravando el cuadro la inmovilidad de sus extremidades inferiores. A los dos meses los médicos la operaron para colocarle una cánula por medio de la cual, su sistema urinario trabajaría un poco mejor.
Cuando la niña tenía nueve meses, un tío suyo, médico del Hospital de Niños, fue a ver a la hermana Emilia Paternostro, sucesora de sor Ludovica y notaria de su proceso de canonización, para pedirle que rezara por su sobrina.
La hermana Emilia así lo hizo, no sin antes darle las llaves del cementerio para que llevasen a la niña a la bóveda que guarda los restos de la religiosa y rezasen ellos también. Al hacerlo, después de ingresar, colocaron a la pequeña en el suelo, junto al sarcófago de Ludovica y al instante, comenzó a mover sus piernas. Pero lo que más sorprendió a los presentes fue ver a la niña apoyarse en el ataúd y ponerse de pie. A los 20 meses de edad, caminaba perfectamente.
A partir de entonces, la familia siguió rezando a la religiosa italiana todos los días ya que la niña seguía padeciendo serios problemas.
Al cumplir cuatro años, los médicos comprendieron la necesidad de extirparle un riñón e intentar reconstruir su vejiga. Cuando todo estuvo listo para la intervención, una infección surgida a último momento impidió que la misma se concretase.
Cuando a los tres meses la niña volvió para ser conducida al quirófano, los médicos, sorprendidos, comprobaron que la vejiga y el riñón funcionaban perfectamente. Solo se le implantaron los uréteres, con lo que la curación fue completa. Estudios exhaustivos realizados por científicos demostraron que se había restablecido milagrosamente. El Señor había obrado un prodigio en ella a través de sor Ludovica.
Fuente: http://www.sormarialudovica.com.ar/el_milagro.htm
Entren a esta última página web y lean la interesante nota titulada Entrevista realizada en Roma a los protagonistas del milagro de la beatificación de María Ludovica.
Con el correr de los años, en contacto con la naturaleza y la dura vida del campo, la niña, crecida límpida, abierta, trabajadora y ricamente sensible, se había transformado en una joven fuerte y al mismo tiempo, delicada, activa y reservada, como toda la gente de aquella espléndida tierra.
El 7 de diciembre del mismo año del nacimiento de Antonina, fallecía en Savona una hermana, que había optado dar plenitud a la propia vida siguiendo las huellas de Aquel que dijo: «Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre... Todo cuanto hagan a uno solo de estos hermanos míos, a Mí lo hacen...», era Santa María Josefa Rossello la cual dio vida, en Savona, en 1837, al Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia: una Familia Religiosa que caminaba por los senderos del mundo, proponiendo con la fuerza del ejemplo el mismo ideal a muchas jóvenes.
Antonina sentía en su corazón que sus sueños encontraban eco en los sueños que habían sido los de la Madre Rossello.
Ingresó con las Hijas de la Misericordia el 14 de noviembre de 1904; en la Vestición Religiosa toma el nombre de Sor María Ludovica y tres años después de su ingreso, el 14 de noviembre de 1907, zarpa hacia Buenos Aires, donde arriba el 4 de diciembre sucesivo. Desde este momento se da en ella un florecer ininterrumpido de humildes gestos silenciosos en una entrega discreta y emprendedora.
Sor Ludovica no posee una gran cultura, al contrario. Sin embargo, es increíble cuánto logra realizar ante los ojos asombrados de quiénes la circundan. Y, si su castellano es simpáticamente italianizado, con algún toque pintoresco de "abruzzese", no le cuesta entender ni hacerse entender.
No formula programas ni estrategias, pero se dona con toda el alma.
El Hospital de Niños, al cual es enviada, y que inmediatamente adopta como familia suya, la ve, primero, solícita cocinera, luego, convertida en responsable de la Comunidad, infatigable ángel custodio de la obra que, en torno a ella, se transforma gradualmente en familia unida por un único fin: el bien de los niños.
Serena, activa, decidida, audaz en las iniciativas, fuerte en las pruebas y enfermedades, con la inseparable corona del Rosario entre las manos, la mirada y el corazón en Dios y la infaltable sonrisa en los ojos, Sor Ludovica llega a ser, sin saberlo ella misma, a través de su ilimitada bondad, incansable instrumento de misericordia, para que a todos llegue claro el mensaje del amor de Dios hacia cada uno de sus hijos.
Único programa expresamente formulado, es la frase recurrente: «Hacer el bien a todos, no importa a quién». Y se realizan así, con subvenciones que solo el cielo sabe cómo Sor M. Ludovica consigue obtener, salas de cirugía, salas para los pequeños yacentes, nuevas maquinarias, un edificio en Mar del Plata destinado a la convalecencia de los niños, una capilla hoy parroquia, y una floreciente chacra para que sus protegidos tuviesen siempre alimento genuino.
Durante 54 años Sor M. Ludovica será amiga y confidente, consejera y madre, guía y consuelo, de cientos y cientos de personas in City Bell de toda condición social.
El 25 de febrero de 1962 concluye su camino, pero quienes permanecen todo el personal médico en particular no olvidan, y el Hospital de Niños asume el nombre de «Hospital Superiora Ludovica».
Fuente: http://www.vatican.va/. Luego entrar a Santos y Beatos. Beatos. Nuevos Beatos del 2004. María Ludovica De Angelis (1880-1962)
Una curación milagrosa
En mayo de 1988 nació en La Plata, una niña con graves trastornos de salud, entre ellos la espina bífida y las vías urinarias, la vejiga y uno de sus riñones, sumamente deteriorados, agravando el cuadro la inmovilidad de sus extremidades inferiores. A los dos meses los médicos la operaron para colocarle una cánula por medio de la cual, su sistema urinario trabajaría un poco mejor.
Cuando la niña tenía nueve meses, un tío suyo, médico del Hospital de Niños, fue a ver a la hermana Emilia Paternostro, sucesora de sor Ludovica y notaria de su proceso de canonización, para pedirle que rezara por su sobrina.
La hermana Emilia así lo hizo, no sin antes darle las llaves del cementerio para que llevasen a la niña a la bóveda que guarda los restos de la religiosa y rezasen ellos también. Al hacerlo, después de ingresar, colocaron a la pequeña en el suelo, junto al sarcófago de Ludovica y al instante, comenzó a mover sus piernas. Pero lo que más sorprendió a los presentes fue ver a la niña apoyarse en el ataúd y ponerse de pie. A los 20 meses de edad, caminaba perfectamente.
A partir de entonces, la familia siguió rezando a la religiosa italiana todos los días ya que la niña seguía padeciendo serios problemas.
Al cumplir cuatro años, los médicos comprendieron la necesidad de extirparle un riñón e intentar reconstruir su vejiga. Cuando todo estuvo listo para la intervención, una infección surgida a último momento impidió que la misma se concretase.
Cuando a los tres meses la niña volvió para ser conducida al quirófano, los médicos, sorprendidos, comprobaron que la vejiga y el riñón funcionaban perfectamente. Solo se le implantaron los uréteres, con lo que la curación fue completa. Estudios exhaustivos realizados por científicos demostraron que se había restablecido milagrosamente. El Señor había obrado un prodigio en ella a través de sor Ludovica.
Fuente: http://www.sormarialudovica.com.ar/el_milagro.htm
Entren a esta última página web y lean la interesante nota titulada Entrevista realizada en Roma a los protagonistas del milagro de la beatificación de María Ludovica.
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